Fue mi culpa desde un inicio, de nadie más que mía, porque tuve advertencias.
En medio, justo en el centro, el bien y el mal, ambos mezclados.
Tú no fuiste un santo, pero tampoco eras un demonio...
Tú no fuiste un demonio, sólo tenías tus demonios internos.
Como yo.
Como todos.
La culpa no es de nadie, ni tuya ni de él, sólo mía.
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