Saturday, September 11, 2010

Desvaríos de un corazón intoxicado.

 Elegías y ejemplos en mi Lengua Madre.*

        Imagina que hoy te vas de viaje a una preciosa playa de ensueño; el pasaje de avión es cortesía de la empresa, tienes boleto de primera clase. Al despegar el avión, te traen aperitivos y tal vez hasta un poco de champán. Volteas por la ventana y ves las hermosas nubes blancas cruzar tranquilamente por el vidrio; la ciudad se ve tan diminuta que hasta parece increíble que bajo esos miles de kilómetros debajo de ti, exista una enorme ciudad. Es un viaje placentero, vacaciones merecidas; a gozar de las aguas cristalinas de la playa y de un cálido y relajante día en la arena. En eso, el capitán envía un mensaje por el interfón:

        –Estimados pasajeros, el avión está sufriendo fallas técnicas muy graves; los motores están fallando y es sólo cuestión de tiempo para que vayamos en picada -hace un silencio, dudando de sus palabras–. Todos vamos a morir.

     Con la ilusa esperanza de que funcionará, sacas un papel y una pluma y empiezas a escribir lo último que alguien recordará de ti si ese papel llegara a sobrevivir y lo lee. Muchas personas escriben en esas hojas amorosas despedidas, mensajes de amor y esperanza para los suyos y muchos otros escriben confesiones y mensajes más obscuros. Esa es la lengua madre, las palabras que salen directo de nuestro corazón; sin temor a nada.
        Soy una persona que gusta de guardar recuerdos de sus amigos o de personas importantes una caja de zapatos de cartón; mi cápsula del tiempo improvisada. Tengo dos, de hecho, donde guardo cosas físicas como cartas pero hasta hace unos instantes me percaté de que había construido otra virtual en mi computadora, donde guardé sonidos, imágenes, videos y demás. Generalmente al encontrarme con éstas después de tanto tiempo, me da mucho gusto y felicidad abrirla y recordar todas las cosas que hay dentro; pero este no fue el caso de mi cápsula del tiempo virtual. Lo que antes se habían convertido en hermosos tesoros, ahora eran nada más que venenos mortales que me intoxicaban. Encontré dos grabaciones de “Él” y una de “Ella” y con las grabaciones, cayeron como lluvia tormentosa sobre mi mente los recuerdos amargos y los argumentos sin respuesta que nos han marcado a los tres: la distorsión y transmutación de las emociones, el intercambio de sanidad impuesto, la privación de la amistad, y mis elegías; mi lengua madre.

        Recuerdo cómo lo adoraba; no sólo como amigo, sino como hombre y persona. Era la persona más épica y admirable que en mi vida he conocido. Mi pilar durante mucho tiempo; su astucia y consejos siempre fueron maduros y acertados. Siempre podía confiar en él, siempre podía hablarle de cualquier cosa absolutamente. ¿Lo habré admirado tanto que esos sentimientos se convirtieron en amor? Probablemente. Era una de las pocas personas que me quisieron y me aceptaron tal cual era, con todo y mis defectos e inseguridades, mi dependencia hacia los demás; eso me conformaba haciéndome un “todo”; y él aceptó ese "todo" de mí. Durante la época que me enamoré de él, Él se había enamorado de Ella, y ella de él. Ella fue mi mejor amiga, pero en  ese entonces no nos hablamos más por varias razones previas a este momento, sin embargo el triángulo amoroso estaba presente. Era obvio a quién había escogido él, (aunque yo jamás si quiera figuré como interés potencial) y era aún más obvio que ella le correspondía. Eventualmente la situación llegó a tal punto donde Él decidió cortar relaciones conmigo porque su sanidad estaba en juego (Él, 2010). En un inicio, pensé que podía soportarlo; la sola idea de no volver a hablar más con él era de por si ya muy dolorosa, pero luego llegué a la conclusión de que las cosas sólo podrían mejorar, y que era cuestión de tiempo para que volviésemos a ser amigos, por lo tanto me propuse a lidiar con esto de la mejor manera posible. Las primeras semanas, estaba tranquila y realmente no pensaba mucho en eso, pero conforme pasaron los meses, me embriagó una sensación de indiferencia y al quererla poner a prueba, me aventuré en buscar noticias de ellos. Mi indiferencia había tenido cierto éxito; no sentí ningún tipo de dolor o de alegría ante su exitosa relación. Confiada, pasaron algunas semanas y conforme pensamientos esporádicos sobre la situación invadían mi mente, caí en cuenta cómo mis sentimientos de admiración pasaron a volverse nulos e indiferentes y de indiferentes a rencor. De “diez” a “cero” a “menos diez”.

        A veces me pregunto si ambos pueden dormir en las noches. Yo no, no todas, pero, ¿ellos tienen la conciencia tranquila sabiendo que al irse destruyeron la sanidad de una persona que en un momento fue muy importante para ellos? (Él y Ella, 2009) No es como que cuando se fueron, hubiera sido por una discusión que rompió la amistad; especialmente en el caso de Él; quien decidió marcharse cuando aún la amistad era importante para ambos (2010) (o al menos para mí). ¿Están felices sabiendo que le causaron o le están causando un daño muy grande a una persona? Dice Kirishima que la felicidad existe sólo porque se sustenta en la miseria de otros y que se requiere de una cierta cantidad de sacrificio para mantener un frente de felicidad (2002) y es precisamente lo que me pregunto si está pasando. ¿Pero quién es el que sacrifica y mantiene la felicidad? Y si no quiero ser yo la que sacrifique, ¿qué debo hacer? ¿Afectaría en algo la felicidad que ellos mantienen? Es poco probable; ya que al no tener más vínculos con ellos, lo que haga o deje de hacer, no tiene forma de cómo llegar a ellos, sin embargo, este sentimiento es muy difícil de abandonar. O mejor dicho, es muy difícil poderme sentir de otra manera al respecto.

         He sabido que Ella dice que sintió que yo la cambié por Él ya que él y yo fuimos muy buenos amigos; especialmente para mí ya que se convirtió en mi mejor amigo (Él, 2010). Sin embargo eso es imposible por las siguientes razones: Ella desechó todos los intentos y oportunidades que tuvimos para poder recuperar la amistad, fue Ella quien decidió no hablar más y alejarse de mí. Dudo que ella esperara que no me hiciera cercana a alguien más, o que yo me quedase rogándole o sin amigos por esperarla a ella. Hubo un momento donde yo también sentí lo mismo al verla con el resto de sus amigos, pero no me alejé de ella ni mucho menos. Sin embargo ¿no fue ella la que me cambió por él? Después de todo, ella ahora es su novia, se rehúsa a hablar conmigo por el motivo que sea; en el proceso, privándome de la amistad de mi amigo al no poder soportar que yo pueda ser su amiga y provocar que Él decidiera alejarse. La razón por la cual es difícil la aceptación de este rechazo, puede ponerse en estas palabras tan acertadas:

        ¿Qué haría yo si no estuvieras aquí? Tú eres el único que hace que pueda  sobrellevar 
        mi vida. [...] Pero la verdad es, Brian, que eres mi único amigo. Si no te tuviera 
        conmigo, estaría perdido. [..] Realmente no me importa nadie más, sólo tú. Eres el 
        único que me agrada. [...] Me agradas mucho. Inclusive... puedes decir que... 
        realmente me agradas. Hasta... me atrevería a ir un poco más lejos, tal vez;
        realmente me importas mucho. Muchísimo. Tal vez, aún... más que eso. Yo... yo...
        te amo. ¡Digo! No en el sentido de "¡Hey --tú sabes--, tengamos una 'fiesta de ropa
        interior'!" o lo que sea que hagan los adultos cuando están enamorados. Pero, o sea,
        yo te amo a ti como una persona ama a otra por el hecho de que sencillamente no
        puede existir sin esa persona. [...] Tú le das sentido a mi vida. Y tal vez... tal vez
        eso es suficiente, porque... justamente ese es el mejor regalo que un amigo le puede 
        dar a otro. (Griffin, 2010)

        Considero que la decisión de alejarse de mí es tanto cobarde como injusta, y, en una respuesta recibida por parte de él, inclusive está de acuerdo conmigo: “Sí, lo fue. Injusta, egoísta, y otra clase de términos.” (Él, 2010) Sin embargo, de cierta forma descarada parece lavarse las manos muy cómoda: “Lamentablemente, yo no soy sabio, no soy salomónico, y muchas veces peco de injusto; soy humano, siento. Alejarme de ambas significaba un doble sacrificio, romper dos amistades. Alejarme de una era 'minimizar daños'”. (Él, 2010) Entre los diálogos que intercambiamos, yo hice mención de que era una decisión de esperarse; puesto que Ella era la mujer que ama y yo meramente una amiga. Él afirmó que eso sonaba algo despectivo, pero que en efecto es una afirmación precisa para expresar lo que realmente sucedió (Él, 2010) “Sí, a Ella la amo, pero no es que mis amigos son solo pulgas que puedo desechar. (Puede que digas que contigo lo hice, pero reitero, allí mi sanidad estaba en juego)”. (Él, 2010) Y entonces quedan las dudas: ¿Y mi sanidad? ¿Pueden tener la conciencia tranquila y dormir plácidamente por las noches?

        “Volveré, sí, pero cuando la guerra fría acabe, porque sino [sic] volveremos a lo mismo y terminaré pagándola yo, aún cuando no quiera.” (Él, 2010) No; esto es algo que yo estoy llevando sobre mis hombros, porque te aseguro que los problemas que ahora ambos pudieran experimentar, no tienen que ver en lo absoluto conmigo; mi existencia para ustedes está reducida, en su realidad, a aquella pulga que tranquilamente pudieron desechar, como bien dijiste en esa ocasión. Si querías arreglar la situación, fallaste miserablemente; pues al querer evitarle esto a ella, me lo has impuesto a mí, y por más que trato de superarlo y de dirigir mi atención en otras cosas y ordenar mis prioridades, simplemente no encuentro un lugar en mi corazón para perdonarlos; no puedo perdonarlos y verdaderamente espero que algún día tanto tú como ella duelan por dentro por esto que pasó. Si estuviera en mis manos, les aseguro que les arrebataría algo a ambos para equilibrar la balanza.

         Probablemente nunca recupere esas amistades por la situación en la que estamos y por otro lado no estoy realmente segura de que si quiero. En otras palabras, me encantaría poder regresar el tiempo sabiendo lo que debo y no debo de hacer para impedir todo este drama, sin embargo, por lo que sé que siento ahora, y por como todos hemos cambiado, realmente no estoy nada segura de si podríamos volver a ser amigos. Hacer uso de la lengua madre, puede ser tanto como un desahogo, la confesión de un secreto o el mensaje más puro de amor. La lengua madre no conoce culpas, ni ética, ni moral. Hacer uso de ella es bajo nuestra propia responsabilidad porque a diferencia de hablar honestamente, puede volverse un arma en contra de nosotros. Sin embargo, hablar con nuestra lengua madre tal vez no tiene el mismo efecto de sanación que tienen los desahogos si no se habla con ella frente a frente con esas personas que nos hieren. 

Griffin, S. Family Guy [Serie de televisión] producido para Fox Broadcasting Company. Seth McFarlane 2010. Temporada 8, Capítulo 17: Brian and Stewie.
 
Kirishima, Masao. (2002) Los Angeles, Estados Unidos. Tokyopop, Mars Vol. 8, pág. 117.
 
Kirishima, Masao. (2002) Los Angeles, Estados Unidos. Tokyopop, Mars Vol. 8, pág. 118.
 

* Negación de responsabilidad: cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia.

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2 comments:

  1. Tan cierto como doloroso.
    Te diría algo, pero la verdad no tengo ni la más remota idea de qué podría decir. Estoy en un "lapsus brutus" que no me deja carburar como es debido. Te lo juro que me hiciste ver partes de mi realidad de una manera muy clara, es en serio lo de que me tuviste con la lágrima derramada sobre la mejilla, desde el momento en el que empezaste a hablar de él y como "por sanidad propia" no pensó en todo lo que te provocó. Yo también extraño la amistad y el calurosa abrazo de un "Él" que no pensó mucho lo que hacía y a quién le causaría dolor.

    A seguir dejando evidencia escrita de que alguna vez existimos.

    *¡Abrazo!*

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  2. Será posible que los "Él" no tomen en cuenta el dolor que dejarán a su paso... mientras nuestra lengua madre los adoptan como razón de ser.

    Gracias por compartir palabras que se convierten en sentimientos.

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