El famoso rumor era que la misma reina, de adolescente, había dado muerte a sus padres para acceder al trono; manteniendo así a sus guerreros en una falsa persecución contra su hermano, al que había incriminado. Parecía hasta un juego malicioso entre ambos pero macabramente inocente. También se decía que ellos dos eran cómplices; sin embargo cuando esa batalla cobró la vida de sus amores, el juego dejó de ser una diversión y la guerra se convirtió en algo serio. Los ríos se tiñeron de escarlata, la putrefacción y el hedor metálico inundó el aire de todo el reino y las moscas y los gusanos se daban un festín con los cadáveres abandonados de aquellos pobres que perdieron su vida en batalla. Hasta hay algunos que dicen que por tres días seguidos, el sol no salió, pues las tormentosas nubes negras eran tan densas que opacaban completamente la luz del astro rey y que, a la cuarta noche, misteriosamente, todo regresó a la normalidad. Desde el momento en que la reina falleció, el reino se vio desesperado al no tener nadie quien los gobernara. Muchos antiguos consejeros intentaron tomar el trono, sin mucho éxito. Todos enfermaban, y morían; era una maldición de la cual nadie quería ser víctima.
Hacía muchísimo tiempo, entonces, desde que había terminado aquella horrenda lucha entre lo que quedaba de la “familia” real. La reina había muerto; todos sus soldados fueron testigos de su patética partida de este mundo, arrastrándose para entregarle su último aliento al cadáver tieso y frío de su único amor. Tan elegante que era, con su lacio cabello negro larguísimo, una piel suave, blanca y perfecta; ojos grandes y negros, dueña de un cuerpo firme y bien formado. Tan orgullosa ella; de mano firme y justa. Ah, decían los plebeyos, esa no era la muerte más adecuada para ella; merecía morir con honor y dignidad, defendiendo a su pueblo; pero escogió el amor. Aunque no es como que una persona tan insana e inestable como ella, pudiera ser capaz de entregar amor, suponían; después de todo, aún no encontraban solución al misterioso rumor que la marcó de por vida.
Eventualmente, después del inestable y constante vaivén de aficionados, en una noche de otoño, una mujer usurpó el trono, jactándose de su carácter y habilidad para gobernar. La corte entera quedó anonadada; nadie tenía las agallas para oponérsele, ¿quién quería arriesgarse a morir, después de la fama que arrastraba tanto el trono como esa mujer? Además... ¿quién más podría gobernar? ¿Quién más podría restaurar el reino? ¿Y quién más podría resistir la maldición del trono? No... el trono había hablado, nadie era digno más que ella; ella, o su linaje.
El silencio otorgó y la mujer esbozó una arrogante sonrisa de victoria.
Copyright © 2010, MadderSky.
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ReplyDeleteAunque pensé que si se trataría de dragones, pero igual me gustó mucho, mucho, MUCHO!