Todas las personas están regidos por
algún elemento, eso es indiscutible. Todos tienen la influencia de
algún astro o elemento en su comportamiento que marca el camino que
deben recorrer en su vida, por lo que no era extraño que al entender
el propósito de sus existencias, algunas personas cambiaran sus
nombres para expresar algo más acorde a su personalidad o su misión
de vida. Se pensaba también que, al usar referencias de animales en
sus nombres, adquirirían sus míticas y grandiosas habilidades; una
especie de animal protector que los guiaría por el sendero correcto
y justo que habían elegido. Aquellos cuyo corazón estaba en el
lugar correcto y eran regidos bajo el signo del agua, por tradición
eran conocidos por sus dones curativos; su energía era dedicada a
las prácticas mágicas. Su instinto esotérico, extremadamente agudo
y excepcional, sólo era igualado por su habilidad de adaptación, su
sensibilidad ante el arte y las personas y un asombroso don de
purificar nutrir todo aquello que tocasen.
Dragón de Agua era la sanadora más
preciada, no sólo de la corte sino su fama tenía tenía alcances
legendarios. Tenía de costumbre por las madrugadas hacer rondas
casuales por los aposentos de la reina. No era una mujer que
necesitara ese tipo de servicios, pues era una mujer sumamente joven
y sana; apenas gozaba de sus primeros cien años de vida, sin embargo
no estaba demás tomar esas precauciones, después de todo era la
persona más importante de todo el reino. Con su báculo firme en su
diestra, llamó a la puerta con sus nudillos y al escuchar el permiso
que necesitaba para entrar, hizo su camino dentro de aquellos
aposentos.
Eran tantos años ya de servicio, pero
jamás había podido acostumbrarse al aura tan pesada y fría que
emitía aquella presencia. Era un secreto, pero Dragón de Agua temía
severamente estar sola con la reina mientras no hubiera mucha luz en
el lugar. Tenía su empatía altamente desarrollada, lo que
significaba que, sin darse cuenta o en contra de su voluntad, su
personalidad se adaptaba a las circunstancias y entraba en sintonía
con el ambiente; inclusive había veces que ella no podía controlar
la duración de los efectos secundarios, pues dependía también en
gran medida sus propias emociones. Podía sentir su mirada, que a
veces catalogaba como insana, clavarse en ella y no despegársele
nunca; su voz se veía de la misma forma afectada al perder su
valentía cuando se sentía observada por ella, pues se quebrara y
apenas se le podía escuchar.
–Lamento interrumpirle, Majestad
–saludó, haciendo una reverencia respetuosa–, con su permiso me
acercaré para cuidar de su salud.
No se atrevía a mirarle. Pasó un
momento de silencio y mientras Dragón de Agua colocaba su mano sobre
su soberana para sentir su pulso, sintió el pequeño golpeteo de su
latido colisionar con sus yemas. Respiró profundamente. Debía
tranquilizarse y domar su personalidad, pero esa mujer era tan
imponente...
Pasaron unos minutos en silencio,
Dragon de Agua se concentraba en sentir su pulso, colocando el dedo
índice y el medio juntos, bajo el mentón ajeno.
–Nuestra pequeña plática de ayer
me salvó la vida. Gracias.
–Sólo cumplía con mis
obligaciones, Alteza –deslizó su mano de su yugular hasta el
centro de su pecho, donde una sutil luz mentosa, ligeramente argéntea
emanaba de su índice y su medio–. Pero me intriga saber cómo es
que estando sola y completamente vulnerable, él no hizo nada.
–Igual yo quisiera saberlo –mintió–,
pero cuando se percató de que estaba despierta y armada, prefirió
huir.
Dragón de Agua notó que, justo
cuando ella mencionaba esas palabras, sus latidos se incrementaron
considerablemente, mas no era sabio acusar a una reina de mentirosa,
y mucho menos cuando no se tenían más pruebas más que las
intuiciones, aunque muy acertadas, de una sanadora empática.
–Es un hombre loco... me encargaré
de reforzar la guardia, y mantener a los soldados alertas.
–Ese es trabajo para Viento, él es
el responsable directo de la milicia –respondió con ímpetu– tú
encargarte de lo habitual.
La rubia se limitó a asentir una vez
y a seguir en silencio con su chequeo. Después de eso, se disculpó
y se retiró.
Cerró la puerta tras ella y al
observar al frente, por la ventana podía apreciar los cautivadores
tonos de cerúleo que inundaban el cielo, conforme los primeros rayos
de sol intentaban darse a notar. Aún había bastantes estrellas
destellando sobre ese manto de suave terciopelo, y suspirando, se
acercó y poder apreciar el elegante panorama. Se sentía de alguna
forma furiosa, que era un sentimiento que solía experimentar siempre
de estar sola con la reina. Así que, intentando neutralizarse,
inhaló profundamente, inflando su pecho; sus pulmones se llenaron
de aquel helado aire, deliciosamente, y al exhalar, visualizaba que
de sus nariz y su boca se escapaba aquella intensa emoción, Inclinó
la cabeza, con la idea de cerrar sus ojos y seguir con sus
inhalaciones, pero, antes de poder hacerlo, su atención se vio
arrebatada al ver una silueta familiar caminar tranquilamente brazo
con brazo de otra persona. Los latidos de su corazón parecieron
detenerse de inmediatamente, dejando ecos que parecían vibrar en su
pecho, resuenos de envidia desmedida, celos y coraje. Sintió sus
hombros tensarse y su respiración se volvió pesada mientras
intentaba controlar sus emociones para verse lo más sutil posible.
Dragón de Fuego iba acompañada de Dragón de Viento, y la sola idea
de verlos juntos, riendo, disfrutando de la compañía del otro, la
carcomía por dentro, intoxicándola, lentamente, sin vuelta atrás.
Si las miradas de verdad pudieran matar, ya lo hubiera aprovechado,
pensó la furiosa rubia. Para ese entonces, ya habían salido
suficientes rayos de sol, y en ese instante, una sombrea pareció
volar por encima de ella, obscureciendo su rostro momentáneamente;
cosa de la que no se percató. Sin embargo sí logró escuchar un
ruido que la extrajo de aquel mundo de pensamientos en el que se
había sumergido; algo se había estrellado contra el suelo; un ruido
fuerte. Al voltear la mirada, varios bloques de cemento y piedra se
habían desprendido de los arcos a su lado. Temiendo que fuese uno de
los rumorados ataques de las gárgolas, se apresuró a investigar,
perdiéndose entre los corredores del castillo; sin percatarse de que
pasaría de largo por otra pequeña silueta escondida por su lado que
pasó desapercibida; sin embargo, ésta no le quitaría los ojos de
encima por ahora.
Habían pasado ya algunas horas, así
que ya estaba entrado el medio día y Dragón de Agua haciendo sus
respectivas guardias. Los cuatro dragones estaban delimitando el
perímetro; la reina se encontraba cerca. Era su deber no apartarse
de ella, después de todo. El calor se hacía insoportable, pero nada
era tan pesado y tan asfixiante como los celos y el mal humor que aún
acosaban a la maga. Se sentía traicionada, después de todo.
¿Traicionada? No, no era eso... ella tenía derecho de escoger.
Frente a ella, Dragón de Fuego se encontraba observando al frente,
tan estoica como siempre y tan distante como nunca. A su lado, Dragón
de Viento; quien no le podía quitar los ojos de encima. A espaldas
de la rubia, Dragón de Tierra, quien se limpiaba el sudor de la
frente con su puño. Él pareció sonreírle de forma condescendiente
cuando sus miradas se cruzaron. Intentó responderle la sonrisa, pero
no podía fingir algo que no sentía; las mujeres, y más si son de
Agua, son incapaces de no ser transparentes, así que apartó la
mirada. Entre sus manos, tomó con fuerza su báculo, cómo si con
eso pretendiera desahogar su coraje.
–No importa cuánto castigues a ese
báculo tuyo, no sucederá nada –la voz que provenía de sus
espaldas era grave, vieja y rasposa; pero se notaba un cierto cariño
en su forma de hablar. Casi como el de un padre sabio. Dragón de
Agua volteó su rostro inmediatamente–. Desde hace tiempo que te
noto preocupada. ¿Qué es lo que sucede?
¿Pero cómo iba a contarle a él, si
ni siquiera ella sabía qué era lo que pasaba por su mente? Así que
intentó, en vano, evadir al viejo líder, diciéndole que realmente
no pasaba nada; que era resaca emocional de su previa cita con la
reina.
–¿Realmente esperas que me crea eso?
Vanya –este era el nombre real de la maga, salvo que nunca se
mencionaba–, te conozco desde hace mucho tiempo, y eres bastante
fácil de leer. Vamos, cuéntame; no me gusta verte así.
¿Y con qué derecho venía éste a
obligarle a contarle su drama emocional? Ni siquiera pensó, ni si
quiera consideró, ni siquiera le importó, sólo reaccionó y cedió
a su infantil explosión de enojo.
–¡Pues si tanto te interesa,
averígualo tú mismo!
Y al terminar, lanzó un conjuro que le
permitió saltar desde el terraplén, como casi flotando, hasta caer
de pie sobre el suelo y alejarse. Quería estar sola. Más bien, ella
misma sabía que estaba insoportable; ella misma ni si quiera se
toleraba, cómo podría hacerlo alguien más. Ahogándose en sus
propias emociones, caminaba de un lado a otro de forma errática, con
la mirada firme en el piso; pensando y repasando sus teorías una y
otra vez. Tanto, que no se percató de aquella enorme sombra que pasó
sobre ella, cubriéndola por completo, yendo directo a la aldea más
cercana al castillo. No fue hasta momentos después cuando la ráfaga
de viento causada por el movimiento azotó su cuerpo, obligándola a
mirar hacia atrás, percatándose de loas varias bestias que
perpetuaban el ataque.
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Tell me more, tell me more(8)
ReplyDeleteKeep on!
I'm loving this story :D