Cuando yo era niña, no tenía una familia unida; teníamos muchos problemas y yo los afronté sola y confundida. Mi relación con mis padres fue intermitente y conflictiva en su mayoría. Hubo un momento que influyó severamente en mí cuando mi madre se fue de casa por años y mi padre fungió tanto como padre y madre. Pasé por la etapa de mi primer novio, mi primera carrera y su graduación, mi primer empleo serio. Cuando faltaba un mes para la fiesta de graduación y aún no tenía vestido, me solté a llorar desesperada una noche; al día siguiente mi padre me consiguió telas, modista y diseño; y con muy buen gusto. Cuando caí en una depresión que me duró otros años más al perder mi empleo, él estuvo ahí apoyándome económicamente, cosa que se espera de un padre. Sin embargo, en ese mismo momento, cuando mi relación amorosa de casi seis años terminó, él estuvo ahí afectuosa, moral y cariñosamente todas y cada una de las veces que no podía evitar el llanto. Jamás tuve la necesidad de recurrir a mi madre o a alguna figura femenina. La ausencia de mi madre no me impidió tener un “rol femenino” del que se espera recibir afecto, mimos y cariños constantes.
La naturaleza del ser humano es temerle a todo aquello que desconoce; le llaman “miedo a la obscuridad” al miedo de desconocer todo aquello que se esconda en lo que no pueden ver, esté su miedo fundamentado apropiadamente o no. También es normal que el ser humano tema a todo aquello que sobresalga, aunque no necesariamente correcto; el humano es criado para discriminar todo aquello que no sea como él; haciendo del mundo un lugar muy cruel para todos aquellos que son diferentes en cualquier aspecto. ¿A qué voy con todo esto? A que este mismo miedo sucede con otras cosas, como, digamos, la adopción por parte de parejas homosexuales. Este miedo, en casos lamentable, irracional, obsesivo, ignorante e hipócrita, está bien o mal fundamentado en mayormente tres aspectos: el biológico, el psicológico y los mitos.
El argumento más popular tiene un carácter biológico, y a pesar de que goza de la popularidad que tiene, es el más absurdo e inverosímil de todos: “si la naturaleza quisiera que dos seres del mismo sexo tuviesen hijos, entonces sus cuerpos estarían diseñados para reproducirse.” Si la naturaleza quisiera que las mujeres tuviéramos uñas rojas, entonces nos las hubiera dado. Sin embargo, mientras no somos capaces de hacer que nuestras uñas cambien de color, tuvimos la conciencia de crear químicos que nos permitan lucirlo. Si la naturaleza quisiera que tuviéramos rayitos en el cabello, también nos los hubiera dado. Pero si la naturaleza no quisiera que seres vivos prescindieran de una hembra, entonces no permitiría la reproducción asexual en plantas y animales. Si la naturaleza no quisiera que voláramos, no hubiéramos desarrollado una conciencia que nos permitiera crear artefactos que nos ayudasen a surcar los cielos. Si la naturaleza no quisiera que nadáramos, no nos daría la habilidad de crear tanques de oxígeno que nos permitieran permanecer bajo el agua grandes cantidades de tiempo. Si es que la naturaleza no quisiera que dos personas del mismo sexo se enamoraran, entonces no permitiría la homosexualidad en ninguna de sus especies: animales, plantas, y seres humanos desde el principio, y sin embargo, la homosexualidad ha existido desde que el primer ser vivo está en el planeta. ¿Nuestra capacidad de ser diferentes nos hace anormales? Hacemos tantas cosas que son “antinaturales” todos los días que las consideramos correctas o inofensivas, como pintarnos el cabello, someternos a cirugía cosmética, tatuarnos, entre otras cosas. ¿Por qué clasificamos como incorrecto o antinatural la posibilidad de que dos personas del mismo sexo puedan criar un hijo? Así como nos sobrepusimos a la discapacidad de tener tal cosa, también podemos sobreponernos a la creencia tercermundista de que dos personas homosexuales no tengan el derecho de formar una familia. La naturaleza es sabia mas no perfecta. Estamos en un proceso muy lento pero siempre constante de evolución. ¿Por qué tenemos que esperar a que nuestros cuerpos evolucionen a ese punto para aceptarlo? Si es que la naturaleza no quisiera que dos personas del mismo sexo pudiesen adoptar, no nos habría dado la capacidad de amar, ni de pensar en dicha posibilidad, ni de luchar por ella.
O tal vez este argumento se refiere a la naturaleza humana. Los animales se reproducen por instinto, por naturaleza; no por la necesidad de dar amor ni tener familia. Los humanos sí, pues tenemos la capacidad de amar incondicionalmente de raza, sexo, preferencia y varios demases. Parece irónico, que a pesar de esta afirmación, hay cuervos que adoptan gatitos, gatitos que adoptan pollitos y perritos que adoptan cochinitos –animales que constantemente exhiben comportamientos homosexuales–, nosotros consideramos incorrecto que personas de nuestra misma especie adopten. Por lo tanto, la naturaleza humana es lo más imperfecto que hay: somos el cáncer del planeta; parásitos por excelencia. Somos la única especie que se cree superior a otra, somos la única especie que asesina por dinero, somos los únicos seres que prohíben a sus semejantes el derecho de entregar amor. ¿Por qué tomar una especie como la nuestra como ejemplo para decir lo que es correcto y lo que no? Términos como “natural”, “correcto” y “normal” son subjetivos y relativos; no son absolutos ni infalibles. Estos términos se adaptan a los tiempos y a la cultura sin mencionar que varían según al individuo que los piensa. Es lamentable etiquetar de estas formas a algo que no debería tener clasificaciones.
Comprendo que se enfoquen en los daños psicológicos que puede sufrir un niño tanto por una adopción, que por ser criado por una familia diferente en todos sus aspectos. Se cree que los niños adoptados por parejas homosexuales, sufrirán daños psicológicos debido a que crecerán confundidos, acerca de su sexualidad, por tener el ejemplo de padres homosexuales; que sufrirán daños psicológicos debido a las burlas que otros niños podrían hacerle por tener padres diferentes; que sufrirán daños psicológicos porque no tendrán el modelo a seguir de una madre y un padre, esto incluye que el padre le brinde al hijo carácter y fortaleza, y la madre cariño y amamantamiento. Si eso es cierto, entonces pobres de los huérfanos a temprana edad; los hijos de divorciados y los hijos de padres irresponsables. Todos los niños sufren daños psicológicos; me atrevería a decir que es hasta sano; sin embargo, sí es anormal (no improbable e incorrecto) que un niño crezca sin daños psicológicos, independientemente de si su hogar es liderado por familias heterosexuales u homosexuales. ¿Qué ganamos con insinuar que los homosexuales son pervertidos? Es importantísimo no perder de vista que los mismos homosexuales nacieron de padres heterosexuales; la sexualidad de los padres no influyó en su identidad sexual. ¿O es que acaso es “normal” y aceptable que el niño sufra daños psicológicos aun cuando sus padres sean hombre y mujer? Perfecto; démosle el privilegio a los heterosexuales de no ser juzgados cuando trauman a sus hijos y recurramos a los hechos: hay un sin fin de personas que fueron criados en familias homosexuales y son personas perfectamente adaptadas y felices, seguros de su sexualidad: Jesse Levey, Abigail Garner y Zach Wahls son tres de los miles y miles de “gaybies”1 que existen hoy en día. ¿Y qué si los niños salen homosexuales? Muchas de las personas que argumentan que la adopción por parte de estas personas es errónea, afirman que la homosexualidad no es mala. ¿Hipocresía, tal vez?
Los daños psicológicos sufridos por burlas por parte de otros niños es absurda por sí sola: ¿desde cuándo los niños necesitan una razón para burlarse de otros? No sé si no se hayan dado cuenta, pero los niños son las criaturas más crueles que existen en la naturaleza. Las burlas de los niños no distinguen religión, físico, mentalidad, habilidad, discapacidad, sexo, o credo pero sí los usan para lanzar sus mejores palabras tóxicas. De mí se burlaban mis compañeras de la primara por ser gorda, y mis padres eran heterosexuales. Por otra parte, al argumentar que “los niños se burlarán”, estamos quitándole responsabilidad a los padres. ¿Cómo ha sido la educación de sus perfectos padres heterosexuales como para fomentar y permitir la burla hacia todo aquello que es diferente? ¿Es que no los educan? ¿Es que no les enseñan que eso está mal? Y, claro, no insinúo que no haya padres que en efecto sí les inculquen respeto y la tolerancia a sus hijos; sin embargo, un padre homosexual no es una excepción en cuanto a la educación: éste también tiene la responsabilidad y la obligación de enseñar a su hijo y prepararlo para afrontar este tipo de crueldades de la mejor manera posible. La sexualidad de los padres no tiene nada que ver ante las burlas de estos pequeños y crueles demonios.
¿Y quién dice que la madre es quien proporciona el ejemplo de feminidad el cien por ciento del tiempo? Mi padre ha sido tanto padre y madre para mí y eso no lo hace homosexual. Ha habido estudios por parte del gobierno estadounidense, hospitales e investigadores independientes arrojando docenas de estudios a lo largo de mínimo treinta años, donde los resultados son increíblemente contundentes, como lo afirma un estudio encargado por la Academia Americana de Pediatría a Ellen Perrin, investigadora y doctora pediátrica del Floating Hospital for Children de Boston: "...esos estudios no encontraron diferencias en relaciones padre-hijo en cuanto autoestima, estado emocional o psiquiátrico o problemas de comportamiento. Los resultados son bastante monótonos. Simplemente no habían diferencias." (2004) De hecho, el estudio también demostró que los hijos de padres homosexuales tienen ventajas sobre los que son hijos de parejas heterosexuales: crecen más tolerantes que los otros; así como también se muestran más abiertos y fluidos en su acercamiento a los comportamientos según el género y sexualidad. Si de daños psicológicos ocasionados por esta situación hablamos , estos niños enfrentan una enorme presión de ser perfectos, aparentar una salud física y mental inmaculada ante la comunidad heterosexual para que ni ellos ni sus padres no se vean juzgados al momento de que alguien les pregunte cómo es vivir en su familia: una presión creada por los mismos heterosexuales. ¿Quienes, entonces, son los que dañan psicológicamente a los niños?
Pero tampoco debemos olvidar los ridículos mitos que existen al rededor de esta controversia que no debería existir en primer lugar: se dice que los padres homosexuales violarán al niño, y que la Biblia y/o la religión condenan estas aberraciones, entre muchos otros que ya existen. Es casi hasta gracioso que estos mitos existan alrededor de esta situación; probablemente ignoran, convenientemente tal vez, que el 40% de los violadores, son hechos por un familiar, el 27% por un conocido y el resto por un desconocido. En el caso donde el violador es parte de la familia, generalmente es el tío, el padrastro, el padre y el primo; da la casualidad que todos son masculinos, la gran mayoría en una relación heterosexual. Tan sólo un mínimo porcentaje, son mujeres. Violadores hay en todas partes; especialmente dentro la familia propia. Una variación a este mito, es que el niño será violado por sus padres homosexuales porque ellos experimentaron una violación cuando eran jóvenes. ¿Entonces es correcto asumir que, todas las mujeres son lesbianas y que todas las mujeres violadas andarán por ahí violando a los demás? Mientras que la violación sí causa daños permanentes en sus víctimas, aun así la sexualidad no se decide. Sino, es cosa de preguntarnos cuándo decidimos ser heterosexuales u homosexuales. Si la respuesta es algo similar a “es algo que yo siempre supe”, entonces ahí confirman que la sexualidad de otros no influye en los demás. Una cosa es el momento cuando uno comprendió o se volvió consciente de su sexualidad, y otra es “decidir” su sexualidad. Sin embargo, el “homosexual” que viola, no es un “homosexual” per-sé, sino la persona sufre de un trastorno sexual o parafilia. Esa persona tiene una enfermedad que predomina sobre su moral; mientras que en un homosexual predomina su moral.
Es increíble que se use la Biblia para calificar de moral o amoral a un hecho o persona; siendo este libro escrito por un hombre, posiblemente corrupto por algún objetivo, un libro que se contradice por sí sólo y que aprueba otros comportamientos verdaderamente aberrantes, como el incesto, (Génesis 19: 30-38) la violencia contra mujeres, (Juan 8:3-5) y la muerte a las mujeres víctimas de una violación. (Deuteronomio 22:23-24) Pero, seamos justos y basémonos en la Biblia: no hay que juzgar ni medir, por que de la forma en que critiquemos y clasifiquemos a los demás, lo harán con nosotros; (Lucas 6:37-38) en otras palabras, nosotros no tenemos vela en el entierro de quién tiene permitido adoptar a un niño, más bien, deberíamos enfocarnos en cómo criamos a nuestra propia familia. Debemos amar incondicionalmente, (1ra de Juan, 4:18) y sobre todo, perdonar a aquellos que condenan la capacidad de dar amor a todo aquel que sea diferente de nosotros: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34)
Ciertamente no por apelar por este derecho, vamos a entregar niños la diestra y siniestra; deberían verificarse, reforzarse y aplicarse todos los estudios pertinentes a los padres que pretenden adoptar –heterosexuales u homosexuales–, para cualquier bienestar del niño. Ahora ya que sabemos que los niños que se crían en familias homosexuales realmente no sufren ningún tipo de daño emocional, físico o psicológico, que están perfectamente adaptados a la sociedad, que están seguros de su sexualidad y que, lo más importante, son felices ¿qué importa lo demás? Ojalá tuviéramos más padres como ellos en el mundo; independientemente de su sexualidad, que pudieran criar a sus hijos de esta manera. ¿Qué importa lo que las caprichosas pseudo-reglas de la naturaleza dicten? Mientras ella misma permita conductas “anormales” como la homosexualidad y asexualidad así como permitir que machos den a luz y nos brinde distintas discapacidades que podamos resolver con nuestro intelecto y nuestra moral, afrontemos cualquier situación con una mente tolerante y abierta; llena de amor y positivismo; que lo que importa es el bienestar de una persona consigo misma y con su entorno. No permitamos que mitos y miedos infundados absurdamente, limiten nuestras capacidades de evolucionar, crecer y madurar.
1 Neologismo; compuesta, plural. De “gay” y “baby”, por lo tanto, “gayby” en singular y “gaybies” en plural.
Amo tu manera de escribir...
ReplyDeleteY estoy de acuerdo con tus argumentos y postura. A continuar.
*Abraza y sonríe*