Sunday, December 5, 2010

Dragones

       De inmediato, Dragón de Agua se apresuró hacia aquel monstruo para tener un tino más seguro. Alzó su báculo, pronunció unas palabras mágicas y la esfera de cristal comenzó a brillar; moviéndo aquella arma en el aire, conjuró de su alrededor una especie de vapor que poco a poco comenzaban a condensarse en nubes, cada vez más espesas y densas. Dirigió con fuerza el bastón hacia el monstruo distraído, ocasionando que aquellas nubes salieran disparadas hacia él; nubes que al viajar rápidamente por el aire, se transformaban en espesa neblina que, al impactarse se concentró al rededor de sus alas, debilitándolo severamente, impidiéndole volar a su velocidad normal. Sabiendo que el engendro ahora tendría su atención completamente en ella, Dragón de Agua empezó a correr lejos de él y de la aldea, para distraerlo y dejar a los civiles fuera de aquella pelea. Una vez prudentemente lejos, observó como la gárgola se acercaba lentamente hacia ella, lanzando de su boca un chillido insoportable. Volvió a alzar su bastón y de nuevo pronunció otras palabras, y de nueva cuenta la esfera comenzó a brillar, provocando que de inmediato, toda la temperatura a lo largo y ancho de la aldea bajara a tal grado que que al agua que empezaba a rodear el bastón se empezara a congelar. Dirigió de nueva cuenta el bastón al monstruo, pero antes de poder si quiera lanzar ese ataque hacia la gárgola, un repentino ataque por la espalda la tiró al suelo, hiriéndola gravemente, neutralizando el frío del ambiente. Aquellas heladas temperaturas habían llamado la atención de una segunda gárgola y al haber encontrado a la causante, había decidido lanzar su propia represalia contra ella. Ahora herida, Dragón de Agua intentó si quiera arrastrarse para poder alcanzar de nuevo su bastón, pero estaba siendo atacada constantemente por aquel segundo monstruo que se le hacía difícil poderlo alcanzar. Sin embargo, de repente, un grito de guerra fue escuchado a lo lejos, así como un grave quejido agonizante de aquella gárgola paralizada y el repentino olor a quemado: era Dragón de Fuego que había llegado para ayudarla. 

       Una sonrisa moribunda se asomó por su pálido rostro; al verla, se le fueron todas las emociones de celos, enojo y de culpa al pecho en un segundo... surcó el pensamiento por su mente, que tal vez aún se preocupaba por ella... mas logró sobreponerse, al menos por ese momento, para concentrarse en su lucha. La gárgola le propinaba zancada tras violenta zancada, y Dragón de Agua sólo podía defenderse, aunque de forma patética, colocando sus brazos y sus piernas sobre su cuerpo, para impedir ser lastimada más, pues era bastante obvio que ella no podía alcanzar su bastón hasta que Dragón de Fuego por fin la alcanzó y aprovechando que la gárgola estaba concentrada en su presa, clavó su espada sobre la espalda del monstruo, desgarrando sus músculos mientras deslizaba el filo por su espalda. Supieron que el enemigo había sido derrotado cuando escucharon su quejido de dolor, por el olor metálico de la sangre en el aire, y cuando Dragón de Agua sintió que la gárgola caía sobre su cuerpo. Con dificultad, y jadeando, Dragón de Agua intentó quitarse al pesado monstruo de encima, y con la ayuda de su amiga, pudo ponerse de pie.

        –¿Estás bien? Fuiste muy ambiciosa al querer atacar dos a la vez, sabes lo fuertes que son... eres una sanadora, no una guerrera –se inclinó para poder recoger el báculo tirado; inocencia y bondad pura en su mirada, en su voz– pero seguramente podías con ellos, ¿no? Eres tan fuerte...

        Por un momento, Dragón de Agua se sintió culpable. No sólo ella estaba pensando pestes de su amiga, pero ahora ella le había salvado la vida (claro, no era la primera vez que pasaba, después de todo, llevaban juntas bastantes años de servicio a la familia real) sino que le estaba halagando. Dragón de Agua se limitó a sonreír, a desviar la mirada y a tomar el bastón entre sus manos, usándolo como apoyo, pues, de momento, las heridas que le había hecho la gárgola habían sido demasiado fuertes. Pero al parecer, Dragón de Fuego tampoco le estaba viendo a los ojos; de hecho, se le notaba bastante nerviosa. Le observó sacar la espada sangrienta del cadáver aquel, sacudirla un poco para eliminar el exceso, y después volvió a envainarla.

       –¿Regresamos? Necesitas que te atienda Dragón de Viento.
       –No, no, yo puedo sola... soy una sanadora ¿recuerdas? –bajo otras circunstancias, Dragón de Agua hubiera accedido; bajo otras circunstancias, estuviera feliz de ver a Dragón de Viento, pero ahora... la situación era muy delicada. En lo único que ella podía pensar es que al menos por el día de hoy, ella ya le debía bastantes favores a la pelirroja y no quería incomodarla, ni mucho menos tener que ver a Dragón de Viento. Orgullosa, sacó de un bolso atado a su cintura un frasco pequeño con un líquido rosa y se lo bebió al instante –ya me siento mejor –mintió, pues ese elixir no sería lo suficiente para sanarla, esbozando la mejor sonrisa que su dolor le permitiese–, poco a poco voy a recuperar mi fuerza, no te preocupes. Debo revisar que todos en la aldea estén bien. 
       –Pero... creo que deberíamos avisarle a... –detuvo su hablar en seco al observar la fría mirada que Dragón de Agua le aventó; lo que provocó que ella saliera huyendo.
Para ser una mujer de fuego –pensó Dragón de Agua–, es bastante emocional...
Suspiró, volviéndose a sentir culpable. ¡Acababa de salvarle la vida! Lo menos que podía hacer era portarse amable y dejar esas rencillas atrás. Pero estaba tan enojada...

       Aún jadeando, pero mucho menos que hace unos minutos, Dragón de Agua se dirigió a los adentros de la aldea. Sentía sobre ella las furiosas miradas de los aldeanos, quienes sabían más que nadie que ella estaba distraída, y que, por su culpa, habían tenido oportunidad aquellas gárgolas de atacar. Intentó no hacerles caso, siguiendo su camino hacia uno de los puestos destrozados. Varias personas estaban reunidas en ese lugar, pero cuando Dragón de Agua se acercó, todo mundo dejó de hablar, y le lanzaron nuevamente aquellas severas miradas de enojo. Dragón de Agua pensó que jamás se había percatado de cuánto, en realidad, podía pesar físicamente el silencio y una mirada sobre una persona. Logró escuchar algunos pensamientos que claramente exhibían un gran odio hacia ella. Intentó ponerlo de lado nuevamente, y cuando le abrieron paso, notó que, en el suelo, había un hombre de edad avanzada que agonizaba. Se acercó al hombre, sentándose al lado de él y colocando la cabeza del agonizante sobre sus rodillas. Aún sentía sobre su propio cuerpo las heridas frescas de aquel monstruo. Al abrir su bolsillo, notó que ya no tenía ni un elixir del que bebió con anterioridad, así que empleó magia para intentar sanarlo. Pronunció una mantra, una y otra vez, dirigiendo su energía para sanarlo. Sentía la magia abandonar su cuerpo, pero el cansancio y las heridas le hacían de algo tan fácil sumamente difícil. Se vería obligada a aceptar ayuda. Ahora no sólo se distraía con sus sentimientos encontrados con respecto a Dragón de Fuego y Dragón de Viento, sino con que en cualquier momento ella también perdería la conciencia, por lo tanto habría una muerte sobre su conciencia, otra ineptitud más de su parte... seguía intentando sanarlo, intentaba permanecer fuerte, y concentrarse, pero poco a poco ella se sentía más y más débil. Estaba empezando a perder la consciencia.

       Las habilidades de una mujer de agua, eran ciertamente útiles y muy preciadas; no cualquiera, inclusive dentro del mismo elemento del agua, tenían la habilidad de purificar. 
       Pero... cuando el exceso del elemento se encontraba dentro del corazón de una mujer de agua, éste podría hundir a su dueño, arruinando las cosechas, oxidándolo todo. Y a quienes le rodeaban, las imparables corrientes los arrastraban a la misera; podían manipular con descaro, una inestabilidad mental y de emocional, así como volverse patéticamente indefensos, cegados por sus propias distorsiones. Y, por desgracia, Dragón de Agua era víctima de la maldición de su propio elemento.


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