Friday, August 12, 2016

Carta a Mauricio

"La mujer es la ayuda idónea del hombre y él debe reconocer eso al verla."

Pasamos cuatro años y medio juntos, como una montaña rusa intensa con las altas más eufóricas y las bajas más devastadoras. Ahora recuerdo lo que me dijiste hace un par de semanas y creo que tú y yo estamos más que de conscientes  que fui tu ayuda idónea. Parafraseando entonces tu muy conmovedor y excelentemente adornado mensaje, te saqué de donde estabas y te coloqué en lugar donde ahora pareces estar gozando de una mejor conciencia y visión de ti mismo. Me alegro por ti, pero a la vez me entristece. Tú me enseñaste que el amor no cambia a las personas, que la paciencia y la perseverancia no tienen frutos en el amor, que es sólo pasa en las novelas; en el mundo de la fantasía. ¿Pero cómo es esto posible, si acabo de decir que de alguna manera cambiaste después de haber estado conmigo? Sencillo, Mau: Es la tercera vez que tus acciones terminan logrando que yo ya no crea en ti, que desee ya no saber de ti, que al verte tenga que alzar mis defensas y con miedo y con desesperación no permitir que te vuelvas a acercar, mucho menos enmarañarte en mi corazón. Te tengo miedo, porque cada vez que vienes, termino sintiendo decepción y algo similar a la vergüenza de mí.

Me lo dijiste hace unos días en aquel estructurado y estratégico mensaje que me dejaste: que no permitiera que alguien me hiciera sentir menos de lo que merecía, que no planeabas detenerte y me harías tuya de nuevo sin importar lo difícil que fuera. Te aprovechas de que tú siempre vas saber llegar a conmover fibras sensibles en mí, y me usas de tu juguete cuando haces que tus palabras logran hacerle una caricia a mi alma. Pero al final, tú mismo me lo muestras, me haces pensar que yo no merezco esto y me compadezco de ti porque en efecto te detuviste. Así, sin más. Ante el primer "no"; me diste la razón al desistir. Hablaste palabras demasiado grandes, como si te hubieses burlado de mí cuando te dije que ya no era yo aquella mujer que conociste. ¿Qué esperabas? ¿Que regresara corriendo a tus brazos porque regresaste? ¿Que tu mera presencia y tus palabra bonitas iban a hacer que cayera a tus pies? No, Mauricio. Ya no. Al menos ya no tan fácilmente. Podría resbalar, pero no caer. Estoy cansada de tus burlas, conscientes o inconscientes.

Que esa M que dices tener grabada en tu pecho, esa marca que yo te di, sea un símbolo y un recordatorio de lo que fuimos y de la persona que puedes ser. No sé si haya bondad en tu corazón, cuando antes yo estaba segura que la había. ¿Te fijas? Ya no te conozco. Cuando sentía una atracción casi magnética hacia ti, ahora sólo siento temor. Tú eres y siempre serás el Akio de mi Utena. A ti te concedo ese título. Si eso alimenta tu ego o tu vanidad, adelante: gózalo y pavonéate en él. Pero no olvides que fue ella quien logró causar la revolución y pudo abandonar Ootori.

¿Por qué te escribo todo esto por aquí? Por dos razones. La primera, porque en teoría, no lo vas a leer, y en segunda, porque sé que lo vas a leer, pero no vas a poder responder.
Entonces, Mau, si en algún momento realmente me amaste, o si es que es verdad lo que dices que aún me amas, y en algún rincón del corazón que usas para escribir esas palabras tan bonitas, por favor, ya no me busques. Déjame ser. Déjame tranquila. Sola y amargada si quieres, y siente lástima por mí, si gustas, pero déjame tranquila.

~M.
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